INTRODUCCIÓN
Estamos en el umbral de un nuevo siglo. El hombre ha puesto su
mirada tratando de ver más allá de ese horizonte cercano. Sus ojos se
esfuerzan, su mirada se mantiene fija en el futuro, trata de percibir algún
destello lejano, pero sus posibilidades humanas son limitadas.
Esta curiosidad siempre ha estado latente en nuestro ser, es
un anhelo constante que fatiga el entendimiento, pero nuestras facultades no
nos permiten ver cómo estará forjado el porvenir. Sin embargo, nos hemos dado
cuenta que es posible voltear por encima de nuestro hombro y ver hacia atrás,
hacia el pasado. De él sabemos casi todo. De ahí sacamos conclusiones, atamos
cabos y generamos teorías, y con ellas construimos plataformas para lanzarnos
hacia el porvenir. Muchos intentos han fructificado, pero no de la manera
esperada, pues han surgido posibilidades que ni siquiera imaginamos.
Todos los ámbitos de las ciencias se han visto enriquecidos
con nuevas posibilidades, la mayoría de las cuales son contribuciones que
surgieron al azar, como meros accidentes cotidianos. Estos hechos son reales y
no podemos hacerlos a un lado. Lo que se pensaba serviría para una cosa se le
dio aplicación en otra. Intención y accidente se toman de la mano y forjan las
bases del futuro.
Nadie ha sido capaz de contemplar en plenitud su aportación,
pues los hechos aislados no hacen la historia. Es el conjunto de elementos los
que constituyen un todo. Lo que no sirve para unos hombres, es de vital
importancia para otros. Toda ciencia está integrada por partes homogéneas que
se amalgaman en forma integral y esa homogeneidad es lo que le da coherencia y
validez a sus normas. El principio de homogeneidad es resultado natural de todo
cuanto existe. Basta observar a nuestro alrededor: las flores del jardín
trasero de casa; la mascota canina que nos brinda su compañía y que juguetona
retoza junto a nosotros; la carita amable del nietecito que semanalmente nos
visita; todos son entes homogéneos.
Solamente lo que el hombre diseña puede resultar un desastre
heterogéneo carente de total integridad. Pero para fortuna nuestra, son más los
aciertos que los errores. Y esos aciertos se han integrado en forma descriptiva
dentro de voluminosos textos impresos perfectamente clasificados, para que de
ahí obtengamos la información que nos evitará partir de cero. Los textos se han
integrado a su vez bajo una clasificación homogénea para facilitar las labores
de investigación. Cuanto parte de la sabiduría humana se condensa en unidades
homogéneas, nacen las ciencias especializadas que conforman, a su vez, un todo
enciclopédico, es decir, un todo que integra la mayoría de los conocimientos
generados por la humanidad. Desgraciadamente no todo lo que el hombre ha
descubierto ha quedado sujeto a un registro fehaciente.
Dentro de las ciencias más antiguas y de las que el hombre ha
establecido como de vital importancia por la afinidad que tienen con su propio
ser, tenemos las ciencias de la comunicación.
Darnos a entender es más importante de lo que imaginamos.
Transmitir nuestros pensamientos a través de los medios de alcance ha cobrado
una importancia primordial. Primero se establece una comunicación oral, pero
este tipo de comunicación es variable y sólo logra una afinidad con los hombres
que permanecen juntos dentro del núcleo comunal y que han practicado por mucho
tiempo un lenguaje propio. En ocasiones, el hombre se topa con seres semejantes
a él que vienen de regiones remotas, trata de comunicarse con ellos pero sus
intentos son vanos, no entiende lo que dicen; las expresiones orales son
discordantes, su lenguaje es diferente.
Durante muchos milenios el hombre ha permanecido aislado en
las ciudades. Las vías de comunicación han sido poco confiables. Llega el día
en que empiezan a surgir los más diversos medios de comunicación que acortan
las distancias. El hombre ha dejado de estar aislado dentro de su propio
habitat, la Tierra y sus lenguajes empiezan a cambiar y a integrarse. Los
términos más fáciles de recordar toman preponderancia, los más difíciles
pasarán poco a poco al olvido.
La meta en el futuro se ha fijado más allá de nuestros
confines terrestres. El universo se abre como una flor cuya fragancia envuelve
con irresistible fascinación a la mente humana. Sin embargo, todavía no se ha
logrado el lenguaje ideal de comunicación.
Nuevamente el pasado viene al rescate. Hace miles de años, el
hombre, en distintas partes del mundo, logró diversos sistemas de comunicación
basados en un mismo principio, que brotó aparentemente en forma natural y
espontánea, sin sustraerse a convencionalismos de ninguna especie. En Europa,
Asia, América y África se forjó un mismo concepto. No había posibilidad de
comunicarse unos con otros, no obstante todos partieron de un mismo sistema,
utilizando como base las imágenes de las cosas naturales. Las formas
estilizadas de lo que existía alrededor del hombre jugaron un papel
predominante.
Hoy, las imágenes han cobrado gran importancia en los sistemas
de comunicación. Las imágenes al ser simplificadas crearon símbolos y éstos, al
perder su carácter analógico, crearon signos. Todos ellos conservaron un
significado conceptual. La relación que hay entre los símbolos y signos con su
significado ha sido materia de estudio, al encontrarse que las formas generadas
son comprensibles para todos los hombres, sin importar que tengan diferentes
lenguajes. Se han hecho diversas aplicaciones, sobre todo en eventos de
carácter internacional, como son las olimpiadas, y se ha encontrado con
beneplácito que las imágenes gráficas o pictogramas, como se les ha dado en
llamar, son fáciles de entender y recordar.
La pictografía se está constituyendo en un nuevo lenguaje que
demuestra características nunca antes observadas, como la de evitar estudios
especializados para poder comprenderlas. Los pictogramas se entienden en forma
intuitiva y natural. No se necesita dominar un idioma especial para
interpretarlos. Todas las personas, cultas o incultas, europeas o africanas,
interpretan fácilmente el significado de los pictogramas.
Los símbolos son menos fáciles de comprender. Requieren de una
observación constante y poco a poco, mediante un uso continuo, acaban por
entenderse. No necesitan tampoco de una larga y tediosa preparación para
comprenderlos.
Los signos se encuentran en una escala diferente cuando se
trata de entenderlos. Éstos sí requieren de una preparación previa para poder
conocer su significado, sobre todo por la gran variedad de combinaciones que
requieren en la práctica. Los alfabetos quedan dentro de este grupo.
Sin embargo, hay diversas constantes homogéneas de relación
entre pictogramas, símbolos y signos. Las más importantes corresponden al
"factor gráfico" y al
"factor significado". El estudio de los significados de toda una gama
de elementos visuales o de gráficos, y aún muchos de otra índole, han
conformado una ciencia conocida como semiótica.
La semiótica, como ciencia de los significados, ha adquirido
mucha importancia en los últimos años. En la actualidad los estudios de
semiótica se están integrando a todos los programas de universitarios, sobre
todo en disciplinas que necesitan establecer dentro de sus actividades
académicas una relación comunicacional de tipo especializado, como lo
establecen los casos de las licenciaturas en diseño gráfico, arquitectura,
diseño industrial, artes visuales, medicina, computación, música, actuación,
literatura y lenguas.
La presente obra es una introducción en el conocimiento de
esta ciencia, con especial enfoque hacia el diseño gráfico. Dentro de este
campo se ha considerado la necesidad de que los futuros comunicadores gráficos
conozcan a fondo el funcionamiento adecuado de cómo un gráfico debe transmitir
un significado. Aquí encontrarán las bases comunes en el comportamiento de todo
tipo de comunicación visual. Se darán cuenta que los significados no se
establecen al azar, ni por causas meramente estéticas, sino que requieren de un
profundo análisis y del establecimiento de métodos especializados. Entre más se
comprenda este precepto, mejor serán los resultados que se obtengan.
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