Creatividad
En el camino hacia una visión,
encontraremos numerosas dificultades y obstáculos. Superarlos requiere de
creatividad.
Cuando conduces un vehículo de
doble tracción por una colina de arena sin huellas visibles, sientes un
cosquilleo en el estómago. Es como ser el primero en explorar una nueva ruta,
sin saber si te llevará a la cima o a un abismo. Te arriesgas a continuar, pero
con precaución, porque después de la cima puede haber un precipicio. En el
mundo empresarial, no podemos simplemente seguir las huellas de nuestros
competidores; debemos tomar riesgos calculados y descubrir nuevos caminos que
nos permitan llegar más rápido a la cima. Esto exige flexibilidad y la
capacidad de romper con los hábitos y esquemas establecidos.
Nuestros hábitos son como un
mayordomo en nuestra mente, encargado de realizar tareas que hemos aprendido
previamente. Por ejemplo, cuando manejamos de casa al trabajo, solemos estar
inmersos en nuestros pensamientos mientras el "mayordomo mental" nos
lleva automáticamente a nuestro destino. El problema surge cuando dejamos que
este mayordomo controle el 100% de nuestra vida, convirtiéndonos en seres
rutinarios y rígidos. Esto sucede con facilidad, ya que es cómodo dejar que
nuestros hábitos nos guíen.
Para avanzar como líderes,
debemos estar dispuestos a romper con nuestros hábitos y estar abiertos a
nuevas posibilidades que nos acerquen a nuestra visión. Los hábitos nos
condicionan a repetir las mismas acciones, incluso cuando las circunstancias
han cambiado.
Un ejemplo clásico es el de las
pulgas saltarinas, que al ser entrenadas dentro de una caja de vidrio, ajustan
su salto para no tocar la tapa. Cuando la tapa se retira, siguen saltando a la
misma altura, incapaces de superar su condicionamiento. Lo mismo ocurre con los
elefantes en India: desde pequeños son atados a un árbol, y aunque de adultos
podrían arrancar fácilmente el arbusto al que los amarran, no lo hacen porque
están mentalmente condicionados a creer que no pueden escapar. Los seres
humanos funcionamos de manera similar; una vez que aprendemos un esquema, nos
resulta difícil cambiarlo, aun cuando el mundo, el mercado o la competencia lo
exijan.
Según James M. Kouzes y Barry Z.
Posner, el primer paso para ser un líder es romper con lo establecido, innovar
y cambiar la manera en que hacemos las cosas. La historia está llena de
ejemplos de líderes que rompieron esquemas. Gandhi logró la independencia de la
India sin recurrir a la violencia, sino con la paz como arma. Miguel Grau
dignificó la guerra al rescatar a los soldados chilenos caídos. La Madre Teresa
rompió barreras al ayudar a los más pobres en India. Estos líderes se
atrevieron a desafiar lo que parecía inmutable.
Romper esquemas no es fácil, ya
que no solo estamos condicionados por nuestros hábitos, sino también por
nuestra percepción. La percepción humana tiende a encasillar lo que vemos en
esquemas preexistentes. Sin embargo, la realidad puede ser muy diferente. Como
en el ejemplo del hombre ciego que, tras empujarte accidentalmente en una fila,
lo interpretas como una actitud abusiva, cuando en realidad era una situación
distinta.
Grandes personajes de la historia
se han visto atrapados en sus propios esquemas. Harry M. Warner, de Warner
Brothers, preguntaba en 1927: "¿Quién querría escuchar a un actor
hablar?", cuando el cine mudo comenzaba a dar paso al cine sonoro. O Kenneth
Olsen, fundador de Digital Equipment Corporation, que en 1977 afirmó: "No
hay razón para que las personas tengan una computadora en casa".
Supuestos del Ingreso Tradicional
|
Reversión de Supuestos
|
1. La universidad realiza un
examen para seleccionar a los mejores.
|
1. Los mejores no se examinan.
|
2. El desempeño en el colegio
no se toma en cuenta para el ingreso a la universidad.
|
2. El desempeño académico es
la base del ingreso a la universidad.
|
3. Los alumnos dan el examen
al terminar el colegio.
|
3. Los alumnos dan el examen
durante el colegio.
|
4. Los alumnos se presentan a
la universidad.
|
4. La universidad se presenta
a los alumnos.
|
Para romper esquemas, debemos
cuestionar nuestros propios hábitos. Cambia la ruta de tu casa a la oficina,
varía tu rutina en el trabajo, realiza primero las tareas que usualmente dejas
para el final. Cuestiona si tus funciones realmente aportan valor y si tus
productos o servicios pueden mejorar. Desafía tus rutinas diarias, prueba
nuevas actividades y aprende a cambiar continuamente. Solo así te acostumbrarás
a romper lo establecido y no tendrás barreras para crear.
Vivimos en una época competitiva
y cambiante, donde la flexibilidad es clave para sobrevivir. Sin embargo, ser
flexible implica romper con hábitos profundamente arraigados en nuestras
conductas, tanto personales como organizacionales.
Los hábitos son como un resorte:
si no lo estiramos con suficiente fuerza y tiempo, vuelve a su posición
original. Es por eso que muchos esfuerzos de cambio empresarial no prosperan.
El compromiso y la persistencia son esenciales para lograr un cambio real.
Además, los líderes de una organización deben ser los primeros en romper
esquemas. No podemos pedir a un empleado que tome riesgos si su jefe sigue
apegado a las formas tradicionales.
Incentivar la toma de riesgos
implica sacar a las personas de su zona de seguridad y exponerlas a situaciones
donde deban enfrentar la ambigüedad y la incertidumbre. Un ejemplo es el uso de
ejercicios de cuerdas altas en la formación de ejecutivos, donde se enfrentan a
sus miedos a 12 metros de altura. Esta experiencia los ayuda a cambiar su
actitud, haciéndoles sentir que pueden enfrentar cualquier reto en el trabajo.
Para romper esquemas, debemos
aprender a pasar de lo conocido a lo novedoso, lo que requiere pensamiento
lateral, según Edward de Bono. Este tipo de pensamiento nos ayuda a
flexibilizar nuestros esquemas y crear nuevas soluciones.
Un ejercicio útil para romper
esquemas es la reversión de supuestos. Haz una lista de las características de
un producto o servicio y revierte cada una de ellas. En la UPC, por ejemplo,
este método se utilizó para innovar el proceso de admisión universitaria, lo
que resultó en la creación del sistema de Selección Preferente.
Podemos tomar el ejemplo de la
langosta, que periódicamente deja su caparazón para crecer y desarrollar una
nueva, aun sabiendo que quedará vulnerable durante ese tiempo. Del mismo modo,
debemos arriesgarnos a cambiar nuestros esquemas y hábitos, aunque eso implique
vulnerabilidad y desafíos.
El mundo actual exige personas
flexibles, dispuestas a tomar riesgos y romper con lo establecido. Solo
aquellos que lo hagan serán los creadores del caos en la industria, mientras
que quienes se aferren a lo conocido quedarán en desventaja frente a sus competidores.
APRENDIZAJE
¿Cuántas veces le ha sucedido que
compra un producto en el supermercado, lo guarda en su despensa, y cuando lo
quiere utilizar, al revisar la fecha de vencimiento, descubre que ya expiró
hace meses? Puede que se pregunte: ¿qué tiene esto que ver con el aprendizaje?
La respuesta es: más de lo que imagina.
Cuando seguimos una carrera
profesional, estudiamos seminarios, cursos o incluso una maestría, los
conocimientos que adquirimos también tienen fecha de vencimiento. Si aprendemos
algo y lo almacenamos en nuestra "despensa de conocimientos" sin aplicarlo
rápidamente, es probable que cuando queramos usarlo, ya haya quedado obsoleto.
Hoy en día, no solo ha aumentado la velocidad con la que se genera
conocimiento, sino también los medios por los cuales accedemos a él. Hace diez
años, ¿cuántos libros nuevos se publicaban sobre un tema? ¿Se utilizaba
Internet como ahora? ¿Cuántos canales de televisión existían? ¿Con qué rapidez
emergían nuevos conceptos empresariales? La realidad era muy diferente.
Hoy, la velocidad a la que
aparecen y se distribuyen nuevos conocimientos supera la capacidad del ser
humano para asimilarlos. Es como si siempre hubiéramos usado un embudo para
pasar el "líquido" del conocimiento a nuestra "galonera"
mental. Con el tiempo, el conocimiento ha crecido, pero nuestro embudo no se ha
ampliado lo suficiente para captarlo todo. Quizás en el futuro, las
instituciones educativas otorguen diplomas con fecha de caducidad, como el
yogurt en el supermercado.
Por ello, las entidades
educativas deben enfocarse cada vez más en desarrollar habilidades que no
tengan fecha de vencimiento, como aprender a aprender, el pensamiento crítico,
el trabajo en equipo y el liderazgo. Para esto, deberán abandonar los métodos
tradicionales de enseñanza teórica, sustituyéndolos por metodologías activas en
las que se aprenda haciendo.
El liderazgo no se enseña, se aprende
Hoy sabemos que el liderazgo no
se puede enseñar a través de discursos de un profesor frente a una pizarra. Es
necesario crear un entorno donde el alumno aprenda mediante la experiencia y la
acción.
La mente de un estudiante es como
un vaso que llega a clase medio lleno de preocupaciones y tensiones. Si el
instructor comienza a verter en él una jarra de conocimiento sin pausas para
que el alumno lo asimile, llegará un punto en que el vaso rebosará, y solo una
mínima parte de ese conocimiento será retenido. Si el profesor no permite que
el estudiante utilice o aplique la información, esta se perderá.
La enseñanza tradicional del
liderazgo sigue un enfoque "bancario", donde el profesor deposita
información en la mente del alumno. Sin embargo, el liderazgo no se puede
enseñar de esta forma, ya que es una competencia que abarca conocimientos, habilidades
y actitudes. Mientras que los conocimientos teóricos se pueden impartir, las
habilidades y actitudes deben desarrollarse a través de metodologías activas.
Piense en cómo enseñaría a nadar
a un niño. No lo enviaría a una clase donde solo le muestren diapositivas de
técnicas de nado. La única forma de aprender una habilidad es practicándola, y
esto aplica igualmente para el liderazgo.
El liderazgo también implica
reemplazar viejos hábitos por nuevas conductas, lo cual no es fácil. Un hábito
es una conducta subconsciente que determina cómo actuamos. Al asistir a un
curso de liderazgo, es como empujar una piedra cuesta arriba. Si no aplicamos
lo aprendido al volver al trabajo, la piedra rodará cuesta abajo y olvidaremos
lo estudiado. Para cambiar un hábito, necesitamos aplicar lo aprendido durante
tres semanas consecutivas, hasta que la piedra cruce la cima y ruede por sí
sola.
Reteniendo el conocimiento
¿Qué pensaría si al recorrer una
empresa viera equipos modernos sin utilizar en los basureros? Esto es similar a
lo que ocurre cuando recibimos capacitación y no aplicamos los conocimientos
adquiridos. El potencial del conocimiento se desperdicia si no se aplica, igual
que el agua de un río que va directo al mar sin alimentar los campos. Las
empresas invierten recursos en capacitación, pero ¿cuánto de lo aprendido se
utiliza realmente en la organización? ¿Cuánto se pierde cuando los empleados se
van a la competencia?
Un estudio de Albert Mehrabian en
su libro *Silent Messages* reveló que los asistentes a programas de
capacitación empresarial retienen, en promedio, solo el 10% de lo aprendido.
Para aumentar esta retención, una buena estrategia es que los asistentes enseñen
lo aprendido a sus equipos de trabajo. Así prestarán más atención, tomarán
mejores notas y se prepararán mejor. Además, se difunde el conocimiento y se
incrementa el retorno de inversión en capacitación.
Hoy en día, el conocimiento en
una disciplina se renueva cada dos o tres años. Por ello, la habilidad más
importante que debe tener un ejecutivo es la capacidad de "aprender a
aprender". Sin embargo, ni en la escuela ni en la universidad se nos
enseñó a desarrollar esta destreza. Nos acostumbramos a ser receptores pasivos
del conocimiento, sin investigar por nuestra cuenta.
Otra forma de aumentar la
retención es pedir a los participantes que presenten un resumen ejecutivo sobre
cómo están aplicando los diez puntos más importantes del curso. Así, los
conocimientos no solo serán un adorno académico, sino que incrementarán la productividad.
La metodología también juega un
papel clave. Ver una buena película nos entretiene, pero si solo somos
espectadores pasivos, ¿realmente aprendemos? Tony Buzan señala que las personas
solo pueden retener información durante 20 minutos de exposición continua. Para
aprender, necesitamos aplicar lo que hemos visto.
El verdadero tesoro
En un mundo en constante cambio,
los ejecutivos deben modernizar sus hábitos de liderazgo. Cuentan que un
hombre, antes de morir, dijo a sus hijos que había dejado un tesoro enterrado
en el campo. Los hijos, que no eran muy trabajadores, comenzaron a remover la
tierra, pero no encontraron nada. Al tener el terreno listo, decidieron sembrar
y cosecharon grandes ganancias. Al final comprendieron que el verdadero tesoro
era la enseñanza de su padre: la sabiduría de reemplazar la pereza por el
hábito del trabajo.
Los hábitos son conductas
subconscientes que condicionan nuestro comportamiento. Pueden ser útiles en la
vida diaria, pero es fundamental reconocer cuándo necesitamos cambiarlos para
alcanzar el éxito.
Equilibrio
El mundo empresarial actual se
asemeja a una guerra constante, aunque, a diferencia de los combates
tradicionales con bandos bien definidos, aquí se trata de todos contra todos.
Cada vez surgen más competidores: empresas que se globalizan y penetran
nuestros mercados sin previo aviso, utilizando medios digitales y tácticas
inesperadas. En una guerra convencional se emplean armas como aviones, tanques
y camiones, que requieren recargar combustible y mantenimiento, de lo contrario,
dejan de funcionar. En el ámbito empresarial, nuestro único
"armamento" es nuestro propio cuerpo, y si no hacemos una pausa para
recuperar energías, sería imposible seguir luchando.
Como una fogata que necesita leña
constante para no extinguirse, nosotros también tenemos un fuego interno que se
consume rápidamente cuando enfrentamos turbulencias y dificultades. Para
mantener ese fuego, debemos encontrar tiempo y espacio para recargarnos y
lograr el equilibrio. Si cargamos con demasiados problemas, terminamos
derramando nuestras fuerzas y agotándonos por completo. Alcanzar el equilibrio
significa estar en paz con uno mismo, comprender y aceptar nuestras emociones.
Saliendo del ojo del huracán
"Blaise Pascal decía: 'Toda
la miseria del hombre deriva de no poder sentarse en silencio en un cuarto a
solas.' En un mundo empresarial lleno de cambios e inestabilidad, necesitamos
encontrar un centro de paz, un lugar que nos permita alcanzar el equilibrio. La
pregunta es: ¿existe tal lugar?"
Un huracán es un fenómeno
atmosférico que causa caos y destrucción, pero en su centro, el
"ojo", reina la calma. En el mundo empresarial, enfrentamos huracanes
de competencia global, que nos exigen ir más rápido y trabajar más horas,
generando desgaste emocional y mental. La clave está en encontrar ese "ojo
del huracán", ese lugar de calma interior desde donde podemos recargar
energías para seguir adelante. Pero ¿dónde está?
Paramahansa Yogananda contaba la
historia de un venado almizclero que, al envejecer, comenzaba a percibir una
fragancia exquisita sin saber que provenía de él mismo. El venado buscaba
desesperadamente la fuente de ese aroma por todo el campo, hasta que, en su
desesperación, se arrojaba a un precipicio. Los cazadores lo encontraban
muerto, sin saber que la fragancia siempre había estado dentro de él. De forma
similar, nosotros solemos buscar la paz y la felicidad fuera de nosotros,
cuando en realidad residen en nuestro interior.
La mente en calma: El tesoro escondido
Al igual que un tesoro sumergido
en una laguna es difícil de encontrar cuando el viento agita las aguas, también
nuestros pensamientos turbulentos nos impiden ver el tesoro que yace en nuestro
interior. Solo cuando calmamos esos pensamientos podemos acceder a ese tesoro
interno.
En Oriente, lo llaman meditación;
en Occidente, silenciamiento. Ambas técnicas buscan mantener la mente en blanco
por unos minutos. Aunque no es fácil, cuando se logra, una sensación de paz y
felicidad nos invade, permitiendo recuperar el equilibrio.
Existen numerosos estudios que
confirman los beneficios del silenciamiento. En su libro Ageless Body, Timeless
Mind, Deepak Chopra menciona un estudio de una aseguradora que reveló que los
clientes que practicaban técnicas de silenciamiento visitaban un 50% menos los
hospitales y sufrían un 80% menos enfermedades cardíacas y un 50% menos cáncer
en comparación con el grupo de control. Un estudio de la Universidad de Harvard
demostró que 22 pacientes hipertensos lograron reducir su presión arterial a
niveles normales tras cinco años de practicar silenciamiento.
Nuestros pensamientos son los
guardianes de una inmensa bóveda de alegría y tranquilidad dentro de nosotros.
Démosles un descanso a esos guardianes, cerremos nuestros sentidos y accedamos
a esta fuente de paz inagotable. Salgamos por unos minutos del huracán
empresarial para entrar en ese espacio de calma donde las decisiones se toman
con mayor claridad y efectividad.
El hábito de golpearse la cabeza contra la pared
Hoy en día, para competir en el
mundo empresarial, necesitamos que nuestros motores mentales funcionen a plena
capacidad. Sin embargo, muchas veces caminamos con esos motores frenados por el
peso de nuestras preocupaciones.
¿Alguna vez ha visto a alguien
golpearse la cabeza contra una pared con tanta fuerza que su cabeza sangra,
pero sigue haciéndolo? Seguramente pensaríamos que está loco. Sin embargo, ¿no
hacemos lo mismo cuando nos angustiamos por un problema sin solución inmediata?
La preocupación nos agota mentalmente y nos impide ver con claridad.
La preocupación tiene un
propósito: alertarnos sobre peligros potenciales. Sin embargo, cuando dejamos
la alarma mental encendida indefinidamente, acabamos agotándonos. Vivir
preocupados no solo reduce nuestra capacidad de pensar, sino que también afecta
nuestra salud. Investigaciones de la Universidad de California en Los Ángeles
revelaron un vínculo entre el estado emocional de pacientes con cáncer y su
sistema inmunológico, demostrando que las emociones negativas debilitaban sus
defensas.
Entonces, ¿por qué nos
preocupamos? Porque buscamos tener razón. Cuando nos concentramos en lo
negativo, muchas veces terminamos atrayendo aquello que temíamos. Esta espiral
de preocupación es un hábito que podemos romper.
Reacción o creación
Ante cada desafío, el líder tiene
dos opciones: reaccionar o crear. Aunque ambas palabras comparten las mismas
letras, tienen significados opuestos. Reaccionar nos quita el control; crear
nos lo devuelve.
Tomado de David Fischman “ El Espejo del
Líder “ Edic. Aguilar- El comercio Perú 2014