jueves, 19 de diciembre de 2024

Propuesta de Proyecto Editorial

 

Objetivo: Desarrollar una presentación en demuestre el proceso de diseño portada y contraportada usando inteligencia artificial para el diseño de una portada de libro con un formato de 15 x 23 cm (formato cerrado) con un lomo de 2 cm, utilizando técnicas creativas que integren elementos gráficos y conceptuales para destacar la esencia de cada título.

Libros Seleccionados:

  1. Fernandez Sanchez Katherynne Isis: El Clan (Inspectora Elena Blanco 5) - Carmen Mola
  2. Monzon Ilave Manuel Antonio: Alas de hierro (Empíreo 2) - Rebecca Yarros
  3. Saico Merma Gilda Pamela: Recupera tu mente, reconquista tu vida - Marian Rojas Estapé
  4. Sanchez Ariza Jose Luis: Las hijas de la criada - Sonsoles Ónega
  5. Tribeño Solgorrey Sandra Daniela: Hábitos atómicos - James Clear

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Temas de Liderazgo y trabajo en equipo para el examen con jurado.

Creatividad

En el camino hacia una visión, encontraremos numerosas dificultades y obstáculos. Superarlos requiere de creatividad.

Cuando conduces un vehículo de doble tracción por una colina de arena sin huellas visibles, sientes un cosquilleo en el estómago. Es como ser el primero en explorar una nueva ruta, sin saber si te llevará a la cima o a un abismo. Te arriesgas a continuar, pero con precaución, porque después de la cima puede haber un precipicio. En el mundo empresarial, no podemos simplemente seguir las huellas de nuestros competidores; debemos tomar riesgos calculados y descubrir nuevos caminos que nos permitan llegar más rápido a la cima. Esto exige flexibilidad y la capacidad de romper con los hábitos y esquemas establecidos.

Nuestros hábitos son como un mayordomo en nuestra mente, encargado de realizar tareas que hemos aprendido previamente. Por ejemplo, cuando manejamos de casa al trabajo, solemos estar inmersos en nuestros pensamientos mientras el "mayordomo mental" nos lleva automáticamente a nuestro destino. El problema surge cuando dejamos que este mayordomo controle el 100% de nuestra vida, convirtiéndonos en seres rutinarios y rígidos. Esto sucede con facilidad, ya que es cómodo dejar que nuestros hábitos nos guíen.

Para avanzar como líderes, debemos estar dispuestos a romper con nuestros hábitos y estar abiertos a nuevas posibilidades que nos acerquen a nuestra visión. Los hábitos nos condicionan a repetir las mismas acciones, incluso cuando las circunstancias han cambiado.

Un ejemplo clásico es el de las pulgas saltarinas, que al ser entrenadas dentro de una caja de vidrio, ajustan su salto para no tocar la tapa. Cuando la tapa se retira, siguen saltando a la misma altura, incapaces de superar su condicionamiento. Lo mismo ocurre con los elefantes en India: desde pequeños son atados a un árbol, y aunque de adultos podrían arrancar fácilmente el arbusto al que los amarran, no lo hacen porque están mentalmente condicionados a creer que no pueden escapar. Los seres humanos funcionamos de manera similar; una vez que aprendemos un esquema, nos resulta difícil cambiarlo, aun cuando el mundo, el mercado o la competencia lo exijan.

Según James M. Kouzes y Barry Z. Posner, el primer paso para ser un líder es romper con lo establecido, innovar y cambiar la manera en que hacemos las cosas. La historia está llena de ejemplos de líderes que rompieron esquemas. Gandhi logró la independencia de la India sin recurrir a la violencia, sino con la paz como arma. Miguel Grau dignificó la guerra al rescatar a los soldados chilenos caídos. La Madre Teresa rompió barreras al ayudar a los más pobres en India. Estos líderes se atrevieron a desafiar lo que parecía inmutable.

Romper esquemas no es fácil, ya que no solo estamos condicionados por nuestros hábitos, sino también por nuestra percepción. La percepción humana tiende a encasillar lo que vemos en esquemas preexistentes. Sin embargo, la realidad puede ser muy diferente. Como en el ejemplo del hombre ciego que, tras empujarte accidentalmente en una fila, lo interpretas como una actitud abusiva, cuando en realidad era una situación distinta.

Grandes personajes de la historia se han visto atrapados en sus propios esquemas. Harry M. Warner, de Warner Brothers, preguntaba en 1927: "¿Quién querría escuchar a un actor hablar?", cuando el cine mudo comenzaba a dar paso al cine sonoro. O Kenneth Olsen, fundador de Digital Equipment Corporation, que en 1977 afirmó: "No hay razón para que las personas tengan una computadora en casa".

Supuestos del Ingreso Tradicional

Reversión de Supuestos

1. La universidad realiza un examen para seleccionar a los mejores.

1. Los mejores no se examinan.

2. El desempeño en el colegio no se toma en cuenta para el ingreso a la universidad.

2. El desempeño académico es la base del ingreso a la universidad.

3. Los alumnos dan el examen al terminar el colegio.

3. Los alumnos dan el examen durante el colegio.

4. Los alumnos se presentan a la universidad.

4. La universidad se presenta a los alumnos.

 

Para romper esquemas, debemos cuestionar nuestros propios hábitos. Cambia la ruta de tu casa a la oficina, varía tu rutina en el trabajo, realiza primero las tareas que usualmente dejas para el final. Cuestiona si tus funciones realmente aportan valor y si tus productos o servicios pueden mejorar. Desafía tus rutinas diarias, prueba nuevas actividades y aprende a cambiar continuamente. Solo así te acostumbrarás a romper lo establecido y no tendrás barreras para crear.

Vivimos en una época competitiva y cambiante, donde la flexibilidad es clave para sobrevivir. Sin embargo, ser flexible implica romper con hábitos profundamente arraigados en nuestras conductas, tanto personales como organizacionales.

Los hábitos son como un resorte: si no lo estiramos con suficiente fuerza y tiempo, vuelve a su posición original. Es por eso que muchos esfuerzos de cambio empresarial no prosperan. El compromiso y la persistencia son esenciales para lograr un cambio real. Además, los líderes de una organización deben ser los primeros en romper esquemas. No podemos pedir a un empleado que tome riesgos si su jefe sigue apegado a las formas tradicionales.

Incentivar la toma de riesgos implica sacar a las personas de su zona de seguridad y exponerlas a situaciones donde deban enfrentar la ambigüedad y la incertidumbre. Un ejemplo es el uso de ejercicios de cuerdas altas en la formación de ejecutivos, donde se enfrentan a sus miedos a 12 metros de altura. Esta experiencia los ayuda a cambiar su actitud, haciéndoles sentir que pueden enfrentar cualquier reto en el trabajo.

Para romper esquemas, debemos aprender a pasar de lo conocido a lo novedoso, lo que requiere pensamiento lateral, según Edward de Bono. Este tipo de pensamiento nos ayuda a flexibilizar nuestros esquemas y crear nuevas soluciones.

Un ejercicio útil para romper esquemas es la reversión de supuestos. Haz una lista de las características de un producto o servicio y revierte cada una de ellas. En la UPC, por ejemplo, este método se utilizó para innovar el proceso de admisión universitaria, lo que resultó en la creación del sistema de Selección Preferente.

Podemos tomar el ejemplo de la langosta, que periódicamente deja su caparazón para crecer y desarrollar una nueva, aun sabiendo que quedará vulnerable durante ese tiempo. Del mismo modo, debemos arriesgarnos a cambiar nuestros esquemas y hábitos, aunque eso implique vulnerabilidad y desafíos.

El mundo actual exige personas flexibles, dispuestas a tomar riesgos y romper con lo establecido. Solo aquellos que lo hagan serán los creadores del caos en la industria, mientras que quienes se aferren a lo conocido quedarán en desventaja frente a sus competidores.

APRENDIZAJE

¿Cuántas veces le ha sucedido que compra un producto en el supermercado, lo guarda en su despensa, y cuando lo quiere utilizar, al revisar la fecha de vencimiento, descubre que ya expiró hace meses? Puede que se pregunte: ¿qué tiene esto que ver con el aprendizaje? La respuesta es: más de lo que imagina.

Cuando seguimos una carrera profesional, estudiamos seminarios, cursos o incluso una maestría, los conocimientos que adquirimos también tienen fecha de vencimiento. Si aprendemos algo y lo almacenamos en nuestra "despensa de conocimientos" sin aplicarlo rápidamente, es probable que cuando queramos usarlo, ya haya quedado obsoleto. Hoy en día, no solo ha aumentado la velocidad con la que se genera conocimiento, sino también los medios por los cuales accedemos a él. Hace diez años, ¿cuántos libros nuevos se publicaban sobre un tema? ¿Se utilizaba Internet como ahora? ¿Cuántos canales de televisión existían? ¿Con qué rapidez emergían nuevos conceptos empresariales? La realidad era muy diferente.

Hoy, la velocidad a la que aparecen y se distribuyen nuevos conocimientos supera la capacidad del ser humano para asimilarlos. Es como si siempre hubiéramos usado un embudo para pasar el "líquido" del conocimiento a nuestra "galonera" mental. Con el tiempo, el conocimiento ha crecido, pero nuestro embudo no se ha ampliado lo suficiente para captarlo todo. Quizás en el futuro, las instituciones educativas otorguen diplomas con fecha de caducidad, como el yogurt en el supermercado.

Por ello, las entidades educativas deben enfocarse cada vez más en desarrollar habilidades que no tengan fecha de vencimiento, como aprender a aprender, el pensamiento crítico, el trabajo en equipo y el liderazgo. Para esto, deberán abandonar los métodos tradicionales de enseñanza teórica, sustituyéndolos por metodologías activas en las que se aprenda haciendo.

El liderazgo no se enseña, se aprende

Hoy sabemos que el liderazgo no se puede enseñar a través de discursos de un profesor frente a una pizarra. Es necesario crear un entorno donde el alumno aprenda mediante la experiencia y la acción.

La mente de un estudiante es como un vaso que llega a clase medio lleno de preocupaciones y tensiones. Si el instructor comienza a verter en él una jarra de conocimiento sin pausas para que el alumno lo asimile, llegará un punto en que el vaso rebosará, y solo una mínima parte de ese conocimiento será retenido. Si el profesor no permite que el estudiante utilice o aplique la información, esta se perderá.

La enseñanza tradicional del liderazgo sigue un enfoque "bancario", donde el profesor deposita información en la mente del alumno. Sin embargo, el liderazgo no se puede enseñar de esta forma, ya que es una competencia que abarca conocimientos, habilidades y actitudes. Mientras que los conocimientos teóricos se pueden impartir, las habilidades y actitudes deben desarrollarse a través de metodologías activas.

Piense en cómo enseñaría a nadar a un niño. No lo enviaría a una clase donde solo le muestren diapositivas de técnicas de nado. La única forma de aprender una habilidad es practicándola, y esto aplica igualmente para el liderazgo.

El liderazgo también implica reemplazar viejos hábitos por nuevas conductas, lo cual no es fácil. Un hábito es una conducta subconsciente que determina cómo actuamos. Al asistir a un curso de liderazgo, es como empujar una piedra cuesta arriba. Si no aplicamos lo aprendido al volver al trabajo, la piedra rodará cuesta abajo y olvidaremos lo estudiado. Para cambiar un hábito, necesitamos aplicar lo aprendido durante tres semanas consecutivas, hasta que la piedra cruce la cima y ruede por sí sola.

Reteniendo el conocimiento

¿Qué pensaría si al recorrer una empresa viera equipos modernos sin utilizar en los basureros? Esto es similar a lo que ocurre cuando recibimos capacitación y no aplicamos los conocimientos adquiridos. El potencial del conocimiento se desperdicia si no se aplica, igual que el agua de un río que va directo al mar sin alimentar los campos. Las empresas invierten recursos en capacitación, pero ¿cuánto de lo aprendido se utiliza realmente en la organización? ¿Cuánto se pierde cuando los empleados se van a la competencia?

Un estudio de Albert Mehrabian en su libro *Silent Messages* reveló que los asistentes a programas de capacitación empresarial retienen, en promedio, solo el 10% de lo aprendido. Para aumentar esta retención, una buena estrategia es que los asistentes enseñen lo aprendido a sus equipos de trabajo. Así prestarán más atención, tomarán mejores notas y se prepararán mejor. Además, se difunde el conocimiento y se incrementa el retorno de inversión en capacitación.

Hoy en día, el conocimiento en una disciplina se renueva cada dos o tres años. Por ello, la habilidad más importante que debe tener un ejecutivo es la capacidad de "aprender a aprender". Sin embargo, ni en la escuela ni en la universidad se nos enseñó a desarrollar esta destreza. Nos acostumbramos a ser receptores pasivos del conocimiento, sin investigar por nuestra cuenta.

Otra forma de aumentar la retención es pedir a los participantes que presenten un resumen ejecutivo sobre cómo están aplicando los diez puntos más importantes del curso. Así, los conocimientos no solo serán un adorno académico, sino que incrementarán la productividad.

La metodología también juega un papel clave. Ver una buena película nos entretiene, pero si solo somos espectadores pasivos, ¿realmente aprendemos? Tony Buzan señala que las personas solo pueden retener información durante 20 minutos de exposición continua. Para aprender, necesitamos aplicar lo que hemos visto.

El verdadero tesoro

En un mundo en constante cambio, los ejecutivos deben modernizar sus hábitos de liderazgo. Cuentan que un hombre, antes de morir, dijo a sus hijos que había dejado un tesoro enterrado en el campo. Los hijos, que no eran muy trabajadores, comenzaron a remover la tierra, pero no encontraron nada. Al tener el terreno listo, decidieron sembrar y cosecharon grandes ganancias. Al final comprendieron que el verdadero tesoro era la enseñanza de su padre: la sabiduría de reemplazar la pereza por el hábito del trabajo.

Los hábitos son conductas subconscientes que condicionan nuestro comportamiento. Pueden ser útiles en la vida diaria, pero es fundamental reconocer cuándo necesitamos cambiarlos para alcanzar el éxito.


Equilibrio

El mundo empresarial actual se asemeja a una guerra constante, aunque, a diferencia de los combates tradicionales con bandos bien definidos, aquí se trata de todos contra todos. Cada vez surgen más competidores: empresas que se globalizan y penetran nuestros mercados sin previo aviso, utilizando medios digitales y tácticas inesperadas. En una guerra convencional se emplean armas como aviones, tanques y camiones, que requieren recargar combustible y mantenimiento, de lo contrario, dejan de funcionar. En el ámbito empresarial, nuestro único "armamento" es nuestro propio cuerpo, y si no hacemos una pausa para recuperar energías, sería imposible seguir luchando.

Como una fogata que necesita leña constante para no extinguirse, nosotros también tenemos un fuego interno que se consume rápidamente cuando enfrentamos turbulencias y dificultades. Para mantener ese fuego, debemos encontrar tiempo y espacio para recargarnos y lograr el equilibrio. Si cargamos con demasiados problemas, terminamos derramando nuestras fuerzas y agotándonos por completo. Alcanzar el equilibrio significa estar en paz con uno mismo, comprender y aceptar nuestras emociones.

Saliendo del ojo del huracán

"Blaise Pascal decía: 'Toda la miseria del hombre deriva de no poder sentarse en silencio en un cuarto a solas.' En un mundo empresarial lleno de cambios e inestabilidad, necesitamos encontrar un centro de paz, un lugar que nos permita alcanzar el equilibrio. La pregunta es: ¿existe tal lugar?"

Un huracán es un fenómeno atmosférico que causa caos y destrucción, pero en su centro, el "ojo", reina la calma. En el mundo empresarial, enfrentamos huracanes de competencia global, que nos exigen ir más rápido y trabajar más horas, generando desgaste emocional y mental. La clave está en encontrar ese "ojo del huracán", ese lugar de calma interior desde donde podemos recargar energías para seguir adelante. Pero ¿dónde está?

Paramahansa Yogananda contaba la historia de un venado almizclero que, al envejecer, comenzaba a percibir una fragancia exquisita sin saber que provenía de él mismo. El venado buscaba desesperadamente la fuente de ese aroma por todo el campo, hasta que, en su desesperación, se arrojaba a un precipicio. Los cazadores lo encontraban muerto, sin saber que la fragancia siempre había estado dentro de él. De forma similar, nosotros solemos buscar la paz y la felicidad fuera de nosotros, cuando en realidad residen en nuestro interior.

La mente en calma: El tesoro escondido

Al igual que un tesoro sumergido en una laguna es difícil de encontrar cuando el viento agita las aguas, también nuestros pensamientos turbulentos nos impiden ver el tesoro que yace en nuestro interior. Solo cuando calmamos esos pensamientos podemos acceder a ese tesoro interno.

En Oriente, lo llaman meditación; en Occidente, silenciamiento. Ambas técnicas buscan mantener la mente en blanco por unos minutos. Aunque no es fácil, cuando se logra, una sensación de paz y felicidad nos invade, permitiendo recuperar el equilibrio.

Existen numerosos estudios que confirman los beneficios del silenciamiento. En su libro Ageless Body, Timeless Mind, Deepak Chopra menciona un estudio de una aseguradora que reveló que los clientes que practicaban técnicas de silenciamiento visitaban un 50% menos los hospitales y sufrían un 80% menos enfermedades cardíacas y un 50% menos cáncer en comparación con el grupo de control. Un estudio de la Universidad de Harvard demostró que 22 pacientes hipertensos lograron reducir su presión arterial a niveles normales tras cinco años de practicar silenciamiento.

Nuestros pensamientos son los guardianes de una inmensa bóveda de alegría y tranquilidad dentro de nosotros. Démosles un descanso a esos guardianes, cerremos nuestros sentidos y accedamos a esta fuente de paz inagotable. Salgamos por unos minutos del huracán empresarial para entrar en ese espacio de calma donde las decisiones se toman con mayor claridad y efectividad.

El hábito de golpearse la cabeza contra la pared

Hoy en día, para competir en el mundo empresarial, necesitamos que nuestros motores mentales funcionen a plena capacidad. Sin embargo, muchas veces caminamos con esos motores frenados por el peso de nuestras preocupaciones.

¿Alguna vez ha visto a alguien golpearse la cabeza contra una pared con tanta fuerza que su cabeza sangra, pero sigue haciéndolo? Seguramente pensaríamos que está loco. Sin embargo, ¿no hacemos lo mismo cuando nos angustiamos por un problema sin solución inmediata? La preocupación nos agota mentalmente y nos impide ver con claridad.

La preocupación tiene un propósito: alertarnos sobre peligros potenciales. Sin embargo, cuando dejamos la alarma mental encendida indefinidamente, acabamos agotándonos. Vivir preocupados no solo reduce nuestra capacidad de pensar, sino que también afecta nuestra salud. Investigaciones de la Universidad de California en Los Ángeles revelaron un vínculo entre el estado emocional de pacientes con cáncer y su sistema inmunológico, demostrando que las emociones negativas debilitaban sus defensas.

Entonces, ¿por qué nos preocupamos? Porque buscamos tener razón. Cuando nos concentramos en lo negativo, muchas veces terminamos atrayendo aquello que temíamos. Esta espiral de preocupación es un hábito que podemos romper.

Reacción o creación

Ante cada desafío, el líder tiene dos opciones: reaccionar o crear. Aunque ambas palabras comparten las mismas letras, tienen significados opuestos. Reaccionar nos quita el control; crear nos lo devuelve.

Tomado de David Fischman “ El Espejo del Líder “ Edic. Aguilar- El comercio Perú 2014